Columna de opinión publicada el 10 de enero de 2017.
La música es arte y el arte es político. El político lee el presente, lo relaciona con los hechos pasados y conjetura un futuro. El político y el músico desarrollan sus obras en el tiempo, obras que serán olvidadas o recordadas, que generarán veneración o rechazo. (…) Es responsabilidad de la vocación política armonizar las sociedades para que, al igual que la música, los elementos individuales que la componen tengan un orden, las disonancias resuelvan y los momentos de reposo se alternen con los de movimiento.
