La sabiduría de los antiguos.
“Cuentan los poetas que Juno, indignada porque Júpiter había parido a Palas de sí mismo y sin ella, atormentó a todos los dioses y las diosas implorando que también ella pudiera engendrar sin Júpiter. Y una vez que consintieron a su violencia y a su persistencia, ella sacudió la tierra y de ese movimiento nació Tifón, un monstruo gigante y horrendo, que fue entregado a una serpiente para que lo alimentara como su nodriza. Una vez que ya había crecido no pasó mucho tiempo hasta que Tifón inició una guerra contra Júpiter.
Durante el enfrentamiento Júpiter cayó en poder del gigante, quien lo cargó sobre sus espaldas y lo llevó a una región lejana y oscura, le cortó nervios de las manos y los pies y, arrastrándolos consigo, dejó a Júpiter manco y mutilado. Mercurio, por su parte, le quitó a Tifón los nervios y se los devolvió a Júpiter. Ya restablecido, Júpiter atacó nuevamente a la bestia. Primero lo hirió con un rayo y de la sangre de Tifón nacieron serpientes. Precisamente cuando la bestia se escapaba rugiendo, Júpiter arrojó sobre ella el monte Etna y la aplastó con su peso.

La Fábula fue compuesta para referirse a la mudable fortuna de los reyes y a las rebeliones que a veces suelen tener lugar en las monarquías. Se considera que con razón los reyes se unen a sus reinos como a través de un vínculo matrimonial, al igual que Júpiter se une a Juno. Pero a veces ocurre que los reyes, corrompidos por el hábito de gobernar e inclinándose hacia la tiranía, acaparan todo para ellos, y despreciando el consenso con los nobles y con su senado, paren de sí mismos. Es decir que administran todo según su propia voluntad y con un poder absoluto. Los súbditos soportan esta situación con pena e intentan crear y erigir un líder que surja de ellos mismos. Por lo general esto comienza con la preocupación secreta de los nobles y de los más poderosos. Con su connivencia, se intenta luego agitar al pueblo, a partir del cual se sigue una especie de levantamiento (significado por la infancia de Tifón). Este estado de cosas es alimentado por la naturaleza maligna y la perversidad inherente a la plebe (Una serpiente muy venenosa para los reyes).
Una vez que la defección crece en fuerzas, finalmente la situación irrumpe como una rebelión abierta, que, dado que causa infinitos males tanto a los reyes como a los súbditos, está representada por la horrible efigie de Tifón, cuyas cien cabezas corresponden a los poderes divididos, las bocas en llamas representan los incendios, el cinturón de serpientes es signo de las pestes (que ocurren especialmente durante los bloqueos), las manos de hierro hacen referencia a las masacres, las uñas de águila indican las rapiñas, el cuerpo cubierto de plumas señala los constantes rumores, los mensajeros y los desórdenes, y cosas por el estilo.
A veces estas rebeliones son tan potentes, que los reyes, como si fueran transportados por los rebeldes, son forzados a abandonar las sedes y las ciudades principales de los reinos, a reducir sus fuerzas y a retirarse a alguna provincia de su dominio lejana y oscura, donde se les cortan los nervios del dinero y la majestad. Pero aún así, no mucho después, los reyes que sobrellevan su fortuna con prudencia, recuperan sus nervios gracias a la capacidad y el esfuerzo de Mercurio. Es decir que cuando los reyes se vuelven más tratables y se reconcilian con los ánimos y las voluntades de sus súbditos por medio de edictos prudentes y discursos benevolentes, le dan nuevo vigor a la autoridad y aumentan el entusiasmo para que sus súbditos hagan donaciones.
Sin embargo, siendo prudentes y cautos, en su mayoría no quieren tentar el azar de la fortuna y se abstienen de pelear, pero se toman el trabajo de debilitar con alguna acción memorable el prestigio de los rebeldes. Si esto sale de acuerdo con lo deseado, los rebeldes, al ser conscientes de la herida recibida y estar preocupados por sus asuntos, al principio se convierten en amenazas débiles y vacías, como los silbidos de las serpientes. Luego, cuando la situación no tiene más remedio, emprenden la fuga. Precisamente entonces, no bien comienzan a rugir, es seguro y oportuno que los reyes los persigan y los aplasten con las tropas y con todo el peso de su reino, así como Tifón fue aplastado con el monte Etna”.
Francis Bacon. La sabiduría de los antiguos. Pg 19. Editorial Tecnos 2014.