«No hay felicidad donde no hay sabiduría …»
Sófocles, Antígona
Está prescrito que quien viola la ley no escrita se deshonra ante sí mismo, la peor deshonra que existe. Nadie puede ocultarse de sí mismo cuando en su fuero interno sabe muy bien que ha hecho lo incorrecto. Aunque grite al mundo que actuó bien, aunque maquille las circunstancias, aunque se victimice públicamente, nunca podrá eliminar de su conciencia la huella imborrable de sus propias acciones, buenas y malas.
Todos sabemos o intuimos con claridad la ley suprema, la que nos señala sin ambigüedades qué es lo correcto en cada uno de nuestros actos.
En Antígona, una de las tragedias griegas escrita por Sófocles (498 a.C.- 406 a.C.), el tema central es precisamente la ley no escrita, esta obra cuenta que:
“Polinices y Eteocles no respetan su acuerdo sobre el necesario cambio de poder. Estalla una guerra civil y los dos hermanos se matan mutuamente. Creonte se hace con el poder y emite un edicto por el que se prohibe enterrar al hermano rebelde: una cruel advertencia para otros malhechores. Antígona, su hermana, no obedece el edicto, y entierra a su hermano, respetando la ley no escrita. Creonte la detiene, no acepta sus razones y la condena a muerte. Creonte y Antígona es una obra poética sobre la razón de Estado y la ética”
Gerard Mortier (1943-2014)
El espíritu de Antígona está presente en cada uno de nosotros. Quien lo niegue que lance la primera piedra. Se requiere mucha templanza para manifestarlo públicamente, pero aún más para obedecerlo en la inmensa soledad de la conciencia. Sin embargo muchas veces nos traicionamos a nosotros mismos rindiendo cobardemente nuestra voluntad ante los apetitos y estados emocionales más vulgares.
Antígona no se puede amordazar, es la voz de la conciencia y nos susurra todo el tiempo: respeta la ley no escrita, que en últimas no es otra cosa que respétate a ti mismo, no cargues tu conciencia con un peso innecesario. Una cosa es actuar mal por desconocimiento y otra es hacerlo con plena conciencia e insistir en ello, mentir, engañar, ser negligente, posponer responsabilidades o proyectos, eso es tener un espíritu miserable.
Cuando se habla a favor de Antígona aparece Creonte que considera que el propio juicio está por encima de la ley no escrita. Y defiende su absurda inmoralidad mientras condena a Antígona públicamente, pretendiendo justificar lo injustificable.
Pero Antígona inquebrantable le dice la verdad:
«No fue Zeus el que los ha mandado publicar [estos decretos], ni la Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses»
Sófocles, 2014, p. 78