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Decencia

La práctica de lo justo, lo verdadero, lo bueno, es un gran reto para cualquier ser humano. Cultivar la decencia es un desafío. Lo contrario está disponible sin restricciones 24 horas al día y además es gratis.

La sabiduría advierte que el humano vulgar cultiva la malicia, el engaño, maquina la traición, se oculta tras innumerables máscaras, mientras se pierde en si mismo, configurando un mundo de confusión interior, y exterior, cultivando la indecencia y la pavonea igual que el pavo real su cola.

La sabiduría enseña que en el silencio interior el ser humano construye su mundo con decencia o indecencia. Y después proyecta ese mundo públicamente. Sin darse cuenta de que ese mundo es su propia creación. En medio de esa confusión mental, la indecencia, llena de grumos mentales, mentirificándose, víctima de su imaginorrea, como dice Emilio Lledó, va por ahí ignorando lo bueno, lo verdadero, lo justo, lo correcto.

Pero si sale de a cueva, el ser humano puede caminar con lucidez mental en búsqueda de lo bueno, lo verdadero, lo justo, lo correcto. Lo decente. Encuentra la libertad.

La indecencia hundida en el fango de la necedad malgasta su vida y perturba la de sus seres más cercanos, confirmando con cada acción que es despreciable. A lo mejor la persistencia de la mentira, el engaño, la traición, la maldad no es otra cosa que la falta de amor propio, la expresión más vulgar y rastrera de un complejo de inferioridad indescriptiblemente ridículo.

Juzgamos a los gobernantes porque mienten, engañan, manipulan, roban, destruyendo así el estado de bienestar que anhelamos. ¿Pero actuamos en nuestras familia, la célula de la sociedad, con honestidad? ¿O engañamos, mentimos, manipulamos, nos ocultamos como ladrones, esparcimos tensión intentando perturbar a los demás mientras olvidamos dedicar tiempo de calidad a nuestros hijos y pareja por andar perdidos en el laberinto de nuestra imaginorrea indecente? ¿Propiciamos un estado de bienestar en nuestra familia? ¿Buscamos paz interior? O por el contrario ¿nos complace despertar asco y desconfianza en los demás?.

A veces me miro en el espejo fijamente a los ojos y me pregunto con mucha seriedad: ¿Soy decente? ¿Puedo decirle a mis hijos que soy decente? ¿Podría decirle a mi esposa que soy decente? La respuesta que doy a esas preguntas no la escribo aquí por que es muy íntima y la intimidad es algo que nunca debe ventilarse públicamente, pues perdería toda la profundidad de su significado.

El respeto a la propia intimidad es la semilla de la decencia. Y sin decencia no hay estado de bienestar en ninguna parte. Ser humano es ser decente. Curiosamente, o acertadamente, en español entre decencia y demencia solamente hay una sola letra de diferencia. Por eso un indecente tiene mucho de demente.

Con la decencia no se nace pues la decencia es algo que se hace, y nos hace, día a día a lo largo de toda la vida. Cultivar la decencia es un desafío. La indecencia está disponible sin restricciones 24 horas al día y además es gratis.

La indecencia es el orgullo del gaznápiro.

By Hans

Saxofonista
Maestro en Música como Arte Interdisciplinario

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