Columna publicada en Aika Educación. Barcelona 2017
La palabra música viene del griego mousike y significa el arte de la musa, musa es la divinidad que protege las artes. Arte puede definirse como una capacidad para hacer algo. La palabra educación viene del latín educatio y significa acción y efecto de dirigir para desarrollar las facultades de la inteligencia. La palabra proceso viene del latín processus. Quiere decir avance, marcha, desarrollo. La palabra paz proviene del latín pax que significa estabilidad y tranquilidad. La paz, igual que la guerra, requiere acción, movimiento, para prolongarse en el tiempo. La música, la educación y los procesos de paz requieren acción/movimiento y todo movimiento necesita tiempo para desarrollarse.
La música es movimiento, es el arte que se desarrolla en el tiempo, a diferencia de la jardinería, la arquitectura o las artes plásticas que se desenvuelven en el espacio y están quietas. La música también requiere una acción interna coherente y ordenada que permita a quien escuche captar una imagen sonora, como si se tratara de una escultura o un cuadro hecho con sonidos. Una composición musical ya sea una sinfonía, un canto folclórico o una canción de cuna, produce diferentes estados de ánimo en quien la escucha: miedo, esperanza, agitación, expectativa… basta con escuchar la música de las películas para percatarse de ello. Al final el proceso musical termina en silencio, llega la paz.
La música puede ser interpretada como una metáfora de la paz. La paz es un concepto muy amplio que permite transitar el camino hacia la civilización y la civilización es el propósito de la educación, que a su vez es el conjunto de conocimientos morales, éticos, estéticos, religiosos, técnicos… que permiten que la vida del individuo sea útil para él y para su comunidad.
Vocación
La música requiere vocación, como la política, la jardinería, el diseño de modas, la medicina, etc. Para desarrollar la vocación es necesaria la instrucción, es decir, reunir un conjunto de conocimientos, dominar unas técnicas específicas que permitan expresar y dar forma tangible a los impulsos de la vocación. Sin instrucción la vocación corre el riesgo de quedar aniquilada. La educación es fundamental para cultivar o descubrir la vocación.
La música es arte y el arte es político. El político lee el presente, lo relaciona con los hechos pasados y conjetura un futuro; el político y el músico desarrollan sus obras en el tiempo, obras que serán olvidadas, recordadas, conservadas con veneración o con rechazo. Las ideas políticas crean y moldean el espíritu de la época. El arte capta y plasma el espíritu de la época y le da forma a través de la pintura, la escultura, la arquitectura, la música, la literatura, etc. Es responsabilidad de la vocación política armonizar las sociedades para que, al igual que la música, los elementos individuales que la componen tengan un orden, las disonancias resuelvan, los momentos de reposo se alternen con los de movimiento, unos ciclos culminen mientras se inician otros.
Además de atender los asuntos económicos, militares, la salud, etc., la política de vocación se empeña en educar e instruir a la población para construir una identidad cultural que lleve a sana convivencia. Un político de ocasión, suele inmiscuirse, voluntaria o involuntariamente, en la administración pública para entorpecer los procesos sociales que conducen a la estabilidad de sus conciudadanos. El político de vocación interpreta los hechos de la sociedad como una unidad, igual que un músico interpreta una partitura. La unidad es aquello en virtud de lo cual todas las cosas que hay son una (Euclides, libro VII, postulado I). Para llegar a la unidad se requiere un proceso que en todo momento busque el consenso de todas las partes que la conforman.Un músico y un político simplifican lo complejo manteniendo la complejidad en lo simple, así crean su obra, música y política son unidades en movimiento. Una obra musical igual que una obra política cobra vida cuando se proyecta a la colectividad, es ahí cuando cuando cobra sentido, cuando es interpretada y cuando es juzgada. La música provoca en la persona estados de ánimo, estados de contemplación estética. La política también crea estados de ánimo, estados de « contemplación política », en los que el ciudadano juzga al político y le atribuye, con razón, gran parte de la responsabilidad por la vida que lleva y por las cosas que suceden en su comunidad.
Si el político quiere ganar la aprobación del ciudadano, debe como mínimo trabajar por construir un entorno en el que la educación y la instrucción ayuden a desarrollar la vocación de los ciudadanos para civilizarlos. Por el contrario un proceso en el que falte educación e instrucción reduce a gran escala la posibilidad de cultivar la vocación, esto da como resultado una sociedad incivilizada, anestesiada o agresiva, que vive en desazón, cuyo lema es: “sálvese quien pueda, solo importo yo, mi punto de vista es mas importante que el de los demás”.
En una sociedad así florece la envidia, muere la solidaridad, reina el insulto, crece la ira, el miedo se respira en el aire y el terror pasea por la ciudad como Pedro por su casa, vivir o morir, comer o ser comido. Esa sociedad vive en un estado de subdesarrollo. En ese estado de cosas hay que ser crítico a nivel individual y colectivo para, por el bien de todos, exigir valientemente que sea el político de vocación quien tome el mando. Suena a utopía. Pero los aviones, internet, los viajes al espacio, eran utopías, me atrevo a decir que son logros mas asombrosos que darle la oportunidad al político de vocación para que gobierne con sus semejantes, a sus semejantes, promoviendo la concordia, desterrando el miedo, trayendo educación e instrucción a cada ciudadano para que pueda vivir civilizadamente, en paz, en un estado de desarrollo.
A lo largo de la historia han existido naciones que han sido víctimas de políticos de ocasión, Alemania tuvo a Hitler, quien sentía devoción por la música de Wagner y en su juventud mostró interés por la pintura; Roma tuvo a Nerón al que le gustaba tocar la lira y componer versos. Estos casos son pruebas históricas de como vocaciones artísticas aniquiladas pueden poner en peligro el destino de una nación entera. Hasta los políticos de ocasión tienen una vocación. Estos líderes deliraban y llevaron al desastre a sus naciones.
En nuestros tiempos, primeras décadas del tercer milenio, países como Estados Unidos, España, Inglaterra o Colombia, entre otros, también han sido víctimas de políticos de ocasión que entorpecen la armonía entre sus ciudadanos, privándoles de derechos fundamentales como la educación, la salud, la vivienda, el trabajo, las instituciones culturales… Ante tales privaciones queda poco espacio en la mente de las personas para cultivar su vocación. Masas mal educadas durante generaciones reciben instrucción en áreas que no son de su interés y renuncian a su vocación, pues necesitan sobrevivir, estas masas son presa fácil para oportunistas —maleducados— que entorpecen los procesos de paz necesarios para vivir en sociedad.
Masas inducidas a la superstición, la polarización, la violencia, los nacionalismos, que libran batallas ideológicas, lingüísticas, religiosas y militares. Víctimas de « líderes sin arte » que obstruyen el desarrollo, la estabilidad y la tranquilidad de sus naciones creando caos en el tiempo y aumentando la tensión sin interés por resolver disonancias. ¡Pésimos músicos!. Hasta el menos instruido intuye que carecen de vocación política. Ellos podrían argumentar que son maestros en el arte de la guerra, pero de ser así sabrían que la auténtica victoria en la guerra es la victoria sobre la agresión, es decir: la Paz, como lo indicó hace milenios Sun Tzu.
Los procesos que desarrollan esos políticos sin vocación alejan al ciudadano de un entorno adecuado que le permita desarrollar las facultades de su inteligencia. El ciudadano común y honesto se refugia en la apatía o la indiferencia, pues se siente impotente, él solo busca sobrevivir lo mejor que pueda ya que no tiene tiempo o recursos para realizar o disfrutar de reflexiones culturales.
Algunos afortunados se refugian en su vacación y van plasmando el espíritu de la época en sus obras de arte. Prueba de ello es la música de Schoenberg quien inspiró a Kandinsky, padre de la pintura abstracta. Ambos artistas estaban poniendo su vocación al servicio del espíritu de la época en occidente, época de guerras, la primera y segunda guerra mundial. El Cuarteto para el fin de los tiempos de Oliver Messiaen que fue compuesto en un campo de concentración, definitivamente es la música del fin de los tiempos.
¡Es nuestro deber y salvación hacer una exigencia musical del encuentro armónico! Los ciudadanos debemos expresar nuestro rechazo a la instrucción estéril en campos que no se relacionen con nuestra vocación, así como la exclusión de las artes y la filosofía en la educación. Cualquier momento y cualquier época es idóneo para hacerlo, reconozcamos y exijamos que gobiernen políticos de vocación. Así como nos cuidamos de poner la salud en manos de médicos sin vocación o nuestras creencias religiosas en manos de charlatanes, debemos cuidarnos de poner nuestras sociedades en manos gente sin vocación política.
Debemos exigir excelentes directores de orquesta, que conduzcan las disonancias e interpreten la música de las sociedades en las que vivimos. Esa música también depende del proceso de armonización que cada uno de nosotros desarrolle individualmente y de la disposición para proyectarlo en nuestro entorno. Un buen director de nada sirve si la orquesta no le sigue, ya sea por falta de vocación, educación o instrucción.
El ciudadano de vocación (por que también los hay de ocasión) es fundamental para la sociedad, pues no permite que el político de ocasión usurpe el poder y lo perjudique. El ciudadano de vocación es valiente por que sabe diferenciar de acuerdo a las circunstancias lo justo de lo injusto y se expresa a través de su vocación. Es un ciudadano que sabe. En ese ciudadano pensaba Baltazar Gracián cuando escribió que “el saber y el valor alternan grandeza…tanto es uno cuanto sabe…persona sin conocimiento es un mundo a oscuras…sin valor es estéril la sabiduría (Oráculo Manual y Arte de Prudencia, aforismo 4).
La música educa el espíritu y lo prepara para vivir en un constante proceso de paz igual que la política o cualquier vocación bien educada. Música, educación y proceso de paz son cuestiones de vocación política.
Escribo esto columna como homenaje a la gente buena: educadores, políticos, deportistas, humoristas, músicos, ciudadanos civilizados, valientes de vocación que han apostado por construir procesos de paz y han muerto en el intento.
Lectura recomendada: La vocación política. Gabriel Elorriaga
Hans Betancourth
Barcelona 2017