Arthur Schopenhauer (1788-1860) estaba convencido de que había dado solución al problema de la existencia, de la condición humana. La solución es que el mundo es voluntad y representación. Voluntad no en el sentido de tener “fuerza de voluntad” sino como la voluntad que genera todo, la voluntad de vivir. A la voluntad no le importa nuestro bienestar, únicamente su supervivencia. Por eso se devora a sí misma. Escribiría el filósofo.
La primera edición de El mundo como voluntad y representación fue publicada cuando Schopenhauer tenía 30 años. En la introducción advierte al lector que solamente podrá comprender el libro si ha leído sus escritos anteriores y también la obra de Platón y Kant. Además de haber recibido la influencia de la filosofía hindú. Por si fuera poco pide que el libro sea leído dos veces, para comprender mejor su sistema filosófico.
En El mundo como voluntad y representación, dice Schopenhauer que la voluntad es aquello de lo que emana todo lo que vemos y lo que no, todo lo que sabemos y lo que no, que es la cosa en sí que Kant no pudo desvelar. Mientras que la representación es aquello que vemos, olemos, tocamos, saboreamos, oímos, sentimos, imaginamos, lo que podemos llegar a conocer. Solamente conocemos porque podemos representar las cosas, de lo contrario no podríamos. Esto, en mi opinión, es cierto.
Porque podemos representarlo sabemos que
O que:
E=mc².
Todo lo que no podemos representar no lo sabemos, aunque esto no quiere decir que no lo sabremos. A veces no sabemos cosas pero las sospechamos, tenemos “una corazonada”, incluso esto es una representación emocional de algo que puede ser cierto o no, pero representación al fin y al cabo. La siguiente cita aparece en el primer párrafo de la introducción de El mundo como voluntad y representación.
¿Cuántas cosas se juzgan imposibles de hacer antes de que se hayan hecho?
Plinio Hist. Nat. 7, 1
Schopenhauer empieza su obra cumbre por la conclusión: “El mundo es mi representación”. El resto es una argumentación de esa conclusión. Yo he leído a Schopenhauer. Y seguí su recomendación, como cualquiera que esté dispuesto a aprender haría. Leí Platón, y también algunas cosas de Kant y del pensamiento hindú, además de otros autores como Gracián, Spinoza, Aristóteles, Descartes, Schiller, Nietzche, etc. Después de leer he reflexionado y tomado mis propios apuntes sobre cosas de aquí y de allá. Este post es un ejemplo.
Pero como mi mundo es el de los sonidos y no de las palabras, y ya que la música es la voz de la voluntad no una representación, hago extensiva la invitación de este filósofo a leer directamente los autores, a beber directamente de las fuentes:
Leer en lugar de las obras escritas por los mismos filósofos todo tipo de exposiciones de sus doctrinas, o incluso una historia de la filosofía cualquiera, es como entregarle a otro la comida de uno para que se la mastique (…) La verdadera familiaridad con los filósofos se alcanza sólo a través de sus propias obras, nunca mediante exposiciones de segunda mano.
Schopenhauer
Schopenhauer predica con el ejemplo. Él no habría escrito nada sino hubiera leído directamente las obras de Platón, Kant, la filosofía hindú y una alarmante cantidad de autores de todo tipo, algo que queda en evidencia en las constantes citas que aparecen a lo largo de su obra. Él era un erudito. Un fanático de la lectura. Un auténtico genio de las palabras. Eso sí, él cita para argumentar, para contradecir al autor de la cita, para hacer visible un error, para indicar el camino que ha seguido, pero sobre todo para darle vigor a su punto de vista. No cita para llenar páginas o hacer alarde de que ha leído muchos libros.
Algunas enseñanzas de este sabio romántico (que no pesimista) dicen más o menos así:
Verdadero valor sólo tiene lo que se piensa para sí mismo.
Puede uno sentarse a leer en cualquier momento, pero no ha pensar.
Solamente se debe leer cuando se agota la fuente de los propios pensamientos.