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La contemplación estética

Escribiré sobre lo que representa para mí la contemplación estética.

Voy por partes.

Primero: Yo no estudié letras. Soy un empírico en este campo. Lo que sé de gramática lo aprendí de niño en la escuela de mi pueblo y después en la adolescencia en el colegio. Cuando hice mi maestría en música tuve que repetir más de siete veces el primer trabajo escrito, era sobre Artes Plásticas y Música.

Reconozco mis limitaciones, por eso escribo sólo cuando tengo algo que decir, con el ánimo de comunicar lo que pienso, no escribo por escribir, comono suelo emplear las fórmulas que prescribe la academia, no existe el peligro de que abuse de ellas y ofenda así el buen gusto. Hago mi mejor esfuerzo.

Mi religión es el arte.
Mi oración es la música.
La contemplación estética el camino de mi salvación.

En estos tiempos la santísima trinidad: política, religión y economía, ha enviado a retiro espiritual a la humanidad, quien no obedezca puede recibir el máximo castigo: la pena de muerte, el verdugo es el temible coronavirus.

Vemos cómo los que dicen hacer política aprovechan la ocasión para fortalecer su imagen y destruir opositores.

Vemos como los gobiernos se abrazan con los bancos, para salvar la economía, están emitiendo miles de millones para fortalecerse mutuamente, billones para “proteger” el destino de la humanidad. Según mis cálculos matemáticos, al final de todo esta historia, todos seremos millonarios.

Vemos como la superstición, en nombre de la religión, congrega a feligreses aquí y allá para ofrecer consuelo a través de la oración, algunos timadores cambian oraciones por dinero, ofrecen la salvación a cambio del diezmo. Otros rezan y piden oración por ellos, mientras sus fortunas incalculables acumuladas durante milenios están a salvo, gracias a Dios.

Esta santísima trinidad se amalgama para convertirse en un solo dios verdadero: El Poder que gobierna a las masas. Ese Poder tiene a todas las legiones del mundo en confinamiento. Así que he reflexionado sobre mi vida espiritual y he llegado a unas conclusiones que quiero compartir. Las comparto aquí pues en las redes sociales las reflexiones profundas mueren a los cinco segundos y quienes las publican son llevados a la hoguera por la turba enfurecida (La turba en algunas películas exitosas de los últimos años son los zombies).

Ir a misa, al culto, o como lo llamen.

Existen, desde mi perspectiva, muchas maneras de ir a misa. Una de ellas es el título de esta publicación. Aclaro que mi intención no es herir susceptibilidades ni tratar de convencer a nadie de que tenga una vida interior como la mía. No cometería una necedad de ese tamaño. Cada uno es libre de tener sus creencias y tiene todo el derecho a que se le respeten. No soy un predicador, mucho menos poseo la verdad sobre la naturaleza de Dios. Eso se lo dejo a los sabios, uno de ellos dijo:

De lo que no se puede hablar es mejor callar.

Ludwig Josef Johann Wittgenstein (1889-1951) 

Soy saxofonista y todos los días, sin falta, “religiosamente”, dedico tiempo a la contemplación estética. Es una manera de darle sentido a mi vida y de dotar de significado mi música. Considero que la actualidad sería diferente si el arte tuviera un papel más protagónico en nuestras vidas. Pero aún sigue vigente lo que escribió hace más de dos siglos Schiller:

La voz de nuestro tiempo no parece en modo alguno elevarse a favor del arte (…) La utilidad es el gran ídolo de nuestra época, y a él deben complacer todos los poderes y rendir homenaje todos los talentos.
Cartas sobre la educación estética de la humanidad
Friedrich Schiller (1759-1805)

Estamos al filo de la eternidad. Nos enfrentamos a lo que todos sabemos que tarde o temprano nos enfrentaremos: la muerte. Circula un virus que puede aniquilarnos en unos cuantos días. No sabemos si somos portadores. Podríamos ser los responsables de la muerte de nuestros seres queridos sin darnos cuenta y sobrevivir a esa tragedia, una muerte más aterradora.

La masa está sometida a un miedo brutal, está escondida en sus casas, mientras la política, la religión y la economía global sufren transformaciones. Es una situación sin precedentes para los que estamos vivos. Los que pueden estar en confinamiento buscan refugio en las fake news y/o en sus creencias, los que no…

Yo encuentro refugio en la contemplación estética. Pero ¿Qué es la contemplación estética?

La contemplación es un estado de observación, reflexión serena, detenida, profunda e íntima sobre la divinidad, sus atributos y los misterios de la fe.
Dice el diccionario

La contemplación estética es un estado de observación, reflexión serena, detenida, profunda e íntima sobre la belleza y el arte.
Es lo que entiendo yo.

Un estado al que se accede a través de la sensibilidad, un camino hacia la libertad. Un estado, volviendo a Schiller: estrechamente vinculado con la nobleza moral de la naturaleza humana. Observar y reflexionar de manera íntima sobre La Madre Naturaleza y las diferentes manifestaciones del Arte es mi manera de ir a misa.

Voy a misa al ver una película.

Un ejemplo: he visto Wall-E con mi niña y mi niño en varias ocasiones, desde hace más de 10 años. Wall-E, para mí, ofrece una profunda reflexión sobre los tiempos que vivimos. Se estrenó antes de que los smart phones, las tabletas y las redes sociales llegaran, prácticamente, a cada rincón del planeta. Yo abrí mi cuenta de Facebook cuatro años después de que Wall-E saliera al mercado. Curiosamente Steve Jobs (1955-2011) participó en la producción de la película. Como si nos estuviera preparando psicológicamente para lo que vendría en materia de tecnología y medio ambiente.

En Wall-E vemos personas encerradas en una nave, en cuarentena, gobernadas por máquinas, que limpian obsesivamente todo, personas que viven acostadas sobre una silla, usando una pantalla personal para comunicarse. Igual que nosotros en estos días. Esas personas viven de esa manera por que sus antepasados llenaron el planeta de basura y lo contaminaron hasta que se hizo imposible vivir en él. Los más adinerados huyeron, los otros seguramente… perecieron. La vida en la tierra resurge siglos después y los habitantes de la nave regresan a empezar de nuevo, un final feliz para un público que se comporta de manera infantil ante el milagro de la vida:

Otra manera que tengo de ir a misa es leer y reflexionar sobre filosofía, estética de la música, historia del arte, libros de pedagogía, teoría de la música, novelas… Gracias al hábito de la lectura mi concepción de la muerte cambió. Cuando leí los Escritos Consolaltorios de Séneca me impactó profundamente una breve sentencia, que no recuerdo textualmente, pero que dice aproximadamente así:

¿Por qué te afliges ante la muerte,
si por mucho que te falte, tampoco te falta mucho?

Séneca, 4 a. C.- 65 d. C.

Eso es cierto: a ninguno de nosotros nos falta mucho, con o sin coronavirus. No quiero parecer insensible porque no lo soy. Tampoco es mi intención transmitir prepotencia, por que lo poco que sé lo he aprendido de muchos.

Aprendí leyendo a los filósofos que muchas veces la sensatez es interpretada como frialdad, locura, incluso es interpretada como arrogancia y suele, por regla general, ser marginada, rechazada, pues incomoda, altera la calma, genera reflexión, sacude las mentes anestesiadas. Cuando la verdad desnuda sale a pasear todos huyen despavoridos como si viniera algo peor que el coronavirus.

La verdad saliendo del pozo/ Jean-Léon Gerôme. 1896.

Las sociedades se comportan muchas veces de manera estúpida y por movimiento reflejo cierran las puertas a quienes pueden hacer grandes aportes para mejorar la vida de todos, ya sea en ciencia, política, arte o religión (no esa superstición barata que crece como maleza por todo lado). Muchas mentes sabias que admiramos hoy en día fueron obligadas a envenenarse (como Séneca o Sócrates), o murieron en el exilio, o fueron quemadas en la hoguera, o encarceladas, o desolladas vivas como Hipatia, en fin, tuvieron un final muy infeliz.

Hipatia. La última filósofa griega Tomado de culturaclasica.com

Una de las causas, creo yo, que nos tiene en cuarentena es la insensatez y la locura. A veces somos manipulados por los orcos del poder y contribuimos inocentemente a que reine el mal. Pero ¿Quien en su sano juicio deforestaría selvas, secaría ríos, extinguiría especies, desmantelaría el sistema educativo, la salud pública, asesinaría a quien quiere vivir en paz, todo a cambio de dinero y de poder? Solo un insensato, se atreve a tal cosa y solo otro insensato lo apoya para que tenga el liderazgo.

Cuidar la naturaleza y ser solidario me parece algo de sentido común. Y a propósito de sentido común estoy de acuerdo con Descartes:

El buen sentido es lo que mejor repartido está pues nadie quiere más del que ya tiene. Eso no quiere decir que unos estén equivocados y otros no.
Lo único que esto demuestra es que todos miramos las mismas cosas pero por derroteros diferentes.
Discurso del método

René Descartes (1596-1650)

En cuanto a solidaridad la experiencia me ha enseñado que existen personas que teniendo mucho que compartir se lo guardan solo para ellos, mientras sonríen de manera burlona mirando hacia abajo a los demás. Como si perdiera valor poner al servicio de la comunidad lo poco que cada uno puede llegar a saber en esta vida. Eso es egoísmo, insensatez. Nietzche se refería a esos cuando escribió:

Algunos pavos reales esconden su cola,
y ahí radica su soberbia

Friedrich Nietzsche ((1844-1900)

La experiencia también me ha enseñado que existen personas que comparten sus creaciones con el único fin de alimentar su ego o ganar dinero. No muestran el más mínimo interés por la obra de las demás, creen que solo tiene valor lo de ellos. Incluso algunos obran diciendo:

که تاسو زما چینل کې ګډون وکړئ ، زه ستاسو چینل کې ګډون کوم!
(Traducir)

Esos son uno vendedores de humo, payasos digitales (vendedoras de humo, payasas digitales. Vendederes de humo payases digitales, para ser inclusivo). Continúo:

También voy a misa cuando contemplo cuadros. Por ejemplo cuando observo El Aquelarre, también conocido como El Gran Cabrón, una serie de cuadros pintados hace 200 años por Francisco de Goya (1746-1828).

He tenido la suerte de visitar el Museo Del Prado en Madrid y sentarme frente a esos cuadros. Me impactó profundamente ver como Goya plasmó el espíritu de su época en los fusilamientos, pero sobre todo en El Gran Cabrón. Un cuadro que conocí leyendo a Gerard Mortier (1943-2014), uno de los directores de teatros de ópera más prestigiosos del mundo (Mortier sucedió a Von Karajan (1908-1989) como director del Festival de Ópera de Salzburgo, un festival creado después de La Segunda Guerra Mundial).

Cuando contemplo El Gran Cabrón veo lo mismo que Mortier: una masa sin rostro dominada por una entidad que se pone en el centro de todo, los rasgos que Goya dibujó en los rostros de quienes veneran (veneramos) El Gran Cabrón representan todo menos alegría. Son rostros de miedo, terror, estupidez, indiferencia, seres anónimos, sencillamente seres “sin rostro”, seres miserables, sin energía.

Cada vez que ingreso a internet, a una red social, siento que me pongo en frente de un pelotón de fusilamiento, siento que estoy en manos de El Gran Cabrón, igual que el capitán de la nave de Wall-E, a merced de la máquina; igual que los miles de millones que seguimos como borregos las Fake News (noticias falsas) en Facebook ¿Quien es El Gran Cabrón que me hipnotiza? Este tipo de reflexión también está en el espectro de la contemplación estética.

El Gran Cabrón también puede congregar a las masas para aturdirlas con contradicciones: dando esperanza mientras infunde miedo; ofreciendo el cielo mientras amenaza con el infierno; hablando de derechos humanos mientras bombardea hospitales; predicando La Paz mientras promueve la guerra; hablando de solidaridad mientras explota a los más necesitados; llamando bienaventurados a los pobres mientras acumula riqueza de manera obscena; hablando del derecho a una vivienda digna mientras expulsa de sus casas a familias honradas y vulnerables; llamando pecado la cópula de la naturaleza mientras esconde vergonzosas aberraciones sexuales; negándole un respirador al final de sus días a quien pagó impuestos religiosamente toda su vida, otro tipo de diezmo, etc.

Me gusta dedicar minutos de mi tiempo a buscar estados de contemplación estética ¿Cómo los busco? hurgando en la cantidad inabarcable de material que todos tenemos a nuestra disposición. El cortometraje Destino por ejemplo:

¿Cuánto tiempo pasaría Dalí creando a mano este cortometraje dibujo a dibujo?¿Cuantas jornadas trabajando en equipo con Disney haciendo el montaje, coordinando imagen y música? Que regalos nos han dejado los artistas disciplinados, meses de trabajo, incluso años, para que nosotros tengamos unos minutos de contemplación estética.

Volviendo a Séneca y aceptando que por mucho que me falte tampoco me falta mucho, he decidido compartir esta reflexión sobre como, a mi manera, voy a misa. Buscar estados de contemplación estética me reconforta. Reitero que mi intención no es crear un debate, ni mucho menos decirle a nadie como vivir su espiritualidad. Cada persona tiene sus códigos morales, íntimos e inviolables, accesibles solo para ella. Respeto profundamente las costumbres de los demás, aunque algunas me parezcan extrañas y contrarias a la razón.

Como he visto que muchas personas comparten sus creencias sin el menor pudor, incluso invitando abiertamente a formar parte de su culto, mientras juzgan el de los demás como falso, asegurando que para ganar la salvación hay que creer lo mismo que ellos, pues de lo contrario seremos condenados (Aunque a esos no les hago caso porque ese tipo de actitud invita a muchas cosas menos a la contemplación).

Como he visto esto, he pensado que yo podía compartir superficialmente algunos puntos de vista sobre la contemplación estética sin la intención de perturbar la tranquilidad de nadie. Y lo hago aquí en mi web, por que el que la lee viene por propia voluntad y se puede marchar libremente. No voy por ahí compartiendo mis códigos morales públicamente, me aterra convertirme en un payaso digital.

Yo en esta publicación estoy ejerciendo mi derecho a la libertad de expresión, a compartir un destello de mis códigos morales, pero en ningún momento estoy invitando a nadie a que los viva como yo los vivo. Iría contra mis principios pedirle a todos los sabios abuelos que conozco que dejen de rezar rosarios y que vengan a ver Wall-E conmigo. Sería ridículo. ¿Si rezar sus oraciones los conduce a un estado de contemplación, los reconforta, quien soy yo para privarlos de eso, para juzgarlos?

Mis códigos morales son míos y sólo míos. Según los diccionarios la moral es aquello que rige la vida interior de las personas y es diferente de la ética que es la que rige el comportamiento de esas mismas personas en comunidad.

Yo veo la vida a través del saxofón y tengo además de códigos morales y éticos, unos códigos estéticos:

Hay muchas maneras de contar historias del saxofón.
Esta es la mía.

Ahora que veo que el coronavirus se pasea libremente entre las masas y amenaza con acelerar la extremaunción, decidí contar como es que yo voy a misa: creo música; leo filosofía; disfruto de la pintura; disfruto del teatro; veo a Wall-E, valoro y disfruto mucho los momentos de soledad; pero sobre todo: venero con profundo respeto por encima de todas las cosas a La Madre Naturaleza, como la llamaba mi abuelo, que no sabía leer ni escribir, pero que es una de las personas más íntegras que jamás he conocido, él me enseñó el primer acorde que toqué en la guitarra, sentados debajo de una mata de plátano con su mano temblorosa me dijo: mijo bendito este es sol. Y desde entonces ese sol me ilumina.

A mi me gusta mucho rezar una oración de Baruch Spinoza (1632-1677) , esté o no en cuarentena. Está al final de esta publicación. La libertad de espíritu es inviolable y lo último que pretendo es convertirme en juez de tu nobleza moral y mucho menos decir que por que estoy de acuerdo con todo lo que dice Spinoza en esa oración tu también tienes que estarlo ¡Dios me libre de cometer semejante insensatez!

Spinoza era un estudioso de Las Escrituras, se las sabía de memoria, era Judío, podía leerlas en la lengua original, interpretarlas de diferentes formas, como se le exigía a quienes profesaban su fe. Probablemente habría sido un gran predicador si no hubiera sido excomulgado por compartir su visión de Dios y El Estado en El Tratado Teológico Político, este libro es una de los grandes obras que se han escrito. Cuando le preguntaron a Albert Einstein (1879-1955) si creía en Dios, su respuesta fue: creo en el Dios de Spinoza. Spinoza aborda cuestiones muy espinosas en su tiempo (y en el nuestro).

La lectura y reflexión de El Tratado Teológico Político me proporcionó unos momentos de contemplación estética comparables a los que me ha brindado la música de Johan Sebastian Bach (1685-1750), los cuadros de Goya, o las pocas visitas que he hecho a mi familia en los últimos años. Con sumo respeto por las creencias de cada uno comparto esta oración.

Gracias por leerme.

Hasta la próxima.

Saludos musicales.

Si nos alejamos de la naturaleza
nuestra visión puede provocar muchas discrepancias

Gerard Mortier (1943-2014)

By Hans

Saxofonista
Maestro en Música como Arte Interdisciplinario

4 replies on “La contemplación estética”

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